viernes, 27 de agosto de 2010

Mathew St Music Festival: Liverpool

Siguió mi caravana a dedo y, luego de Dublín, el destino era Liverpool. Llegué sin alojamiento, totalmente despojado de un techo gratis. Esperé mi supuesto contacto que debía responder a mis mensajes y nada sucedió. Empezó a oscurecer y la ansiedad y la desolación comenzaron, momento en el cual pensé que tenía que correr por mi vida. Me sentía el marido ficticio de Eleanor Rigby, tan solitario, tan vulnerable, en una ciudad tan grande, tan bella. Caminé buscando campos de fresas sin tiempo, como si fuera capaz de detener las agujas del reloj para encontrar un huequito que me cobijara en la potencial noche fría y portuaria de Liverpool. No manejé el coche de nadie, porque no quería tampoco. El day tripper que me creía ser estaba tan, tan cansado de tanto azar. Empecé a cantar Get back y pensé en irme. No obstante, sabía que algo tenía que salir. Y así fue. Me fui para la fábrica procesadora de lombrices y zapatos y conocí a May, de Tenerife. Miró a través de mí y, como es de esa gente que te invita a su casa a dormir, me abrió las puertas de su hogar durante esa semana que pareció durar ocho días. El aire que se respiraba era de “L” de Liverpool, no de Londres. Había magia de giras misteriosas, de árboles de mandarina y de cielos de mermelada. Todas las calles parecían llamarse Penny Lane. Todo lucía lo mismo y, a su vez, diferente en cada cuasi canal que llegaba a mojar con las aguas del Mersey las paredes del ex puerto hecho paseo peatonal. Las calles se inundaron de personas, y aunque sólo me sentí un pez durante el festival, seguí pensando por mí mismo, mientras me dejaba maravillar y conquistar por la ciudad. Pensé que todo era posible, que no existían barreras, que quizá sólo estaba durmiendo, pero que a la vez estaba escalando otro árbol, que poco a poco estaba ganando este juego. Paré un segundo y pensé en ellos, canté Julia, mientras las bandas tributo y May entonaron reiteradas veces que la vida es muy corta, y no hay tiempo para protestar ni pelear. Se me dio todo, e incluso pude contactarme con Dr. Robert, quien agregó la frutillita a este pie de miel que fue Liverpool. Me sentí parte del club de los corazones solitarios, pero, al mismo tiempo, sentí que la ayudita de mis amigos Paul, Ringo, John y George –estos dos últimos en mayor medida, supongo-, llenó la semana de este hombre de ningún lugar con magia, a través del universo y de los mundos. Me fui y me pude escapar del cobrador de impuestos impunemente, llevándome el momento que este lugar me dio, con los amantes y los amigos que podré recordar. A Liverpool le dije hola y adiós, o quizá le dije hasta pronto, porque el ayer sí sabe, pero el mañana nunca lo sabrá. Sea cual fuere el caso, sé que atesoraré a esta ciudad aquí, allá y en todas partes.

2 comentarios:

MiLu dijo...

Hello, hello! Este es puramente un comentario interesado para acelerar el post Tema: Paris :P

Besotesss desde Viena!

juli dijo...

que onda con paris???
quiero que llegue amsterdam!!
besos