jueves, 7 de octubre de 2010

Otoño garparelliano: Okupelli 3.0



Desde que estaba en Canterbury, Inglaterra, soñaba con irme a la gran ciudad y ser un okupa en Londres. Como no pude ni siquiera fabricar mi propio cuerpo de ensueño, tuve que desistir de la idea y guardarla en el ático que supe tener pero que dejé a mi partida. Una baguette llevó a la otra, un salame con queso llevó a la mortadella y, casi como en un emparedado paisino -no parisino-, caí en el desconocido Bélgica, en el más inóspito Gent y en la casa del más anónimo okupa. Mis solicitudes infructuosas y sin tiempo por couchsurfing  (¡gracias Nico por las camas que no calenté!) hicieron lanzarme una vez más al juego de azar gratuito y, como quien le pide a un Tito Denver armar la carpa en su jardín, le pregunté a un rasta que pasaba por la placita donde yo yacía inmóvil si tenía un lugar donde pudiera dormir. Deambulamos por la hermosa ciudad de canales y construcciones del medioevo para terminar en la casa de su hermano. Compartimos una cena en una casa anarquista, buscamos otras viviendas potenciales para ocupar y después nos fuimos a dormir a la casa sin luz. Cuando estaba arremolinándome en el sofá del ex ciber café, supe con mucha certeza que el otoño despediría, quizá temporalmente, junto con la caída y molienda de las últimas hojas oxidadas, a ese Garparelli que siempre supo ver esa vivienda abandonada o ese local okupado, para luego, darle la cruda bienvenida al invierno europeo que no permite indigentes turísticos, que está hecho sólo para las estufas y calentadores, para las camas dobles y las caricias nocturnas. Sabía lo que se venía y, dentro de mí, empezaba a desalimentar a ese Okupelli que tanta satisfacción me trajo, para comenzar a engordar al personaje invernal que estaba por gopear a mi puerta. 

1 comentario:

CukiTa dijo...

Y ahora no es parecido a una casa ocupada?? jaja

Te extraño!!!!!!!
yo creo q los dias garpalerrianos volveran pronto.. pero no se abuse